Tienes derecho a la desconexión digital

¿Eres de esas personas que responde correos o mensajes fuera de su horario?

¿Desactivas las notificaciones cuando te vas de la oficina?

¿O tienes siempre “por si acaso” el correo abierto?

El derecho a la desconexión

El derecho a la desconexión se define como: “derecho a no conectarse a ningún dispositivo digital de carácter profesional, el software de la empresa, teléfonos móviles corporativos, correos u otras plataformas relacionadas con el trabajo”.

En España, existen dos legislaciones que defienden este derecho. Una de ellas es el Artículo 88 de la Ley Orgánica del 3/2018, que regula el derecho a la desconexión digital. La otra, más reciente, es la del artículo 18 de la Ley del 10/2021, que regula dicho derecho para las personas que teletrabajan. Esta ley nace fruto de la presencia del trabajo en remoto durante la pandemia.

Pero España no es el único país que ha legislado algo similar. Es más, en Francia, el derecho a la desconexión está tan presenta que existe una ley que prohibe responder o enviar emails fuera de horario laboral.

Pero, ¿por qué es necesario un marco legal para defender el derecho a la desconexión?

La otra cara de la moneda

No hay que demonizar la tecnología. Es una herramienta, como muchas otras, y tenemos que saber usarla. Existen ya varios estudios que hablan de cómo hemos creado herramientas para ayudarnos, que nos están suponiendo muchos problemas.

Paradójico, ¿verdad?

Pero sin duda, un mundo tan amplio como internet y las nuevas tecnologías requiere responsabilidad. Responsabilidad individual, en grupo, en la empresa, social… Y no solamente eso, sino también legislación, programas, iniciativas… cosas que nos protejan y o ayuden a gestionar las consecuencias negativas.

Pero, ¿cuáles son las consecuencias negativas de una no desconexión?

Estos son algunos de los efectos directos en la no desconexión:

  • Riesgo de adicción: como al café, al alcohol, a las apuestas… internet como tal es un mundo muy grande y los dispositivos tecnológicos generan sin duda un efecto de “apego”. Esto es, es complicado salir de casa sin móvil (es lo que se llama FOMO). Creemos que si lo hacemos, nos estamos perdiendo algo. Por otro lado, existe una “omnipresencia” que provoca que llevar el móvil en el bolsillo nos haga sentir que tenemos a muchas personas “cerca” o “a mano”. Que estamos conectados con ellas. Todo esto unido a las propias características de Internet generan un efecto: es complicado parar. Es difícil controlar su uso y además… provoca dependencia. Si no lo uso, me siento raro, mal.
  • La conexión constante a dispositivos vinculados con el trabajo difuminan un límite: el de la jornada laboral. ¿Verdad que no trabajarías 12 horas al día si no fuera remunerado o hubiera una razón de peso? Entones, ¿por qué abres el correo?. ¿O por qué dejas las notificaciones abiertas “por si pasa algo”? Esto genera un efecto en el trabajador no solo de dependencia de ese dispositivo, sino de “estar quemado”. En otras palabra, se relaciona con el burnout. Porque genera lo que se llama ansiedad de anticipación, hacer algo por si acaso anticipando consecuencias negativas.
  • Afecta directamente a nuestras capacidades cognitivas: está demostrado que un nivel de dependencia alto a las TIC generan alteraciones en nuestra capacidad de atención sostenida, de inhibición e incluso en nuestra memoria. Esto significa que la no desconexión del trabajador merma sus capacidades cognitivas y por lo tanto, impacta directa y negativamente en su productividad y satisfacción laboral.
  • Genera normas no explícitas de comportamiento: es decir, no está escrito en ningún sitio que sea una obligación pero “se da por hecho” que lo vas a hacer. Como si de repente llegas a un trabajo en el que se hacen muchas horas extra no remuneradas. Te das cuenta de que aunque no está en tu contrato, todos lo hacen y por lo tanto se da por hecho que es normal.
  • Afecta negativamente a la capacidad para conciliar tu vida laboral, con la familiar, social o de pareja. Esto significa que descoloca tus horas de ocio y que además, altera tus rutinas no solamente a ti, sino a la gente con la que sueles pasar tiempo.

Desconectar, para conectar

En definitiva, el derecho a la desconexión es necesario por varios motivos. El primero de ellos, directamente relacionado con el trabajador, sus derechos ante el trabajo y su propio rendimiento. Es una realidad que la “adicción” en general al mundo digital tiene consecuencias como falta de concentración, ansiedad, problemas de sueño, estrés y otros problemas como la obesidad o las alteraciones en nuestras relaciones.

El segundo, para conectar con el mundo real, tenemos que desconectar del virtual. Y el tercero, es una cuestión de salud pública legislar y actuar a favor del derecho a la desconexión. Esto se debe a que no afecta solamente a nivel individual, sino también a nivel grupal, organizacional y social.

¿Sabes lo que es el «gaslighting»?

¿Has oído hablar del término luz de gas?

Imagínate esta escena.

“Lara es una mujer que trabaja como auxiliar administrativa. En su empresa, nadie apoya o supervisa el trabajo de los auxiliares y siempre que hay algún error, los cargan con la culpa. Además, el jefe está constantemente criticando las cosas que hace Lara. Pero no de una manera constructiva. Ni tan siquiera con pruebas… más bien, en base a su opinión personal. Además, parece esforzarse en que se sienta apartada. No la avisan para tomar café y en los descansos están constantemente cuchicheando a sus espaldas”

Qué es el fenómeno “Luz de Gas”

El fenómeno luz de gas es un tipo de maltrato psicológico también llamado “gaslighting”. Por definición, consiste en una estrategia de manipulación que provoca a la víctima, dudar de su percepción, juicio o incluso memoria.

Este tipo de relación de maltrato puede darse tanto en relaciones afectivas como de otro tipo. Entre ellas, está el gaslighting en el trabajo.

En este caso, puede ser provocado por diversos agentes (no necesariamente un jefe o jefa). Desde el responsable, hasta compañeros y compañeras de trabajo, un competidor o incluso un cliente. Además, no tiene por qué ocurrir necesariamente en el contexto de la oficina, sino que también puede aparecer en contextos online.

Características de la luz de gas en el trabajo

Este tipo de relación de maltrato tiene unas características concretas cuando ocurre en el contexto laboral.

  • Alusiones, comentarios y reacciones negativas constantes hacia la víctima: ya sean por parte de jefes, compañeros u otros, existe una negativa constante hacia esa persona. Dicha negativa puede referirse a su manera de ser, su desempeño, su trabajo o incluso su credibilidad. Es importante recordar que no se muestran pruebas u opiniones objetivas, sino que esta negativa se sustenta en opiniones sesgadas.
  • Ambiente tóxico o negativo: cargado de chismes, cotilleos y gestos enfocados a hacer sentir mal a la otra persona. Estos pueden ser tanto directos (como comentarios en público), como indirectos (por ejemplo, dejándolo de lado a la hora del café). Otro ejemplo indirecto sería el de imposibilitar un ascenso o de poner por delante a cualquier otra persona antes que a dicho trabajador.
  • Sarcasmo y cinismo: es una manera de expresar ira y hostilidad disfrazada en forma de otro tipo de comentarios. De esta manera, se busca poner en evidencia a la persona, marginarla o incluso manipularla
  • Puede implicar un status quo: por ejemplo, si eres una mujer y notas el techo de cristal o te asignan tareas asociadas a “ordenar y limpiar o cuidar” en lugar de “decidir, mandar, coordinar”. O por ejemplo, si eres una persona de color y no te ascienden a ti, pero sí a los compañeros blancos-caucásicos que trabajan contigo aunque hayan entrado después de tí.
  • Tratamiento injusto persistente: es algo que ocurre sino todos, casi todos los días. Además, es algo visible y observable por otras personas ajenas a dicha relación de maltrato.
Red human figure surrounded by a circle of people. Leader Boss and leadership. Cooperation and teamwork. Outcast, hated opponent, criminal. Conviction. Discrimination and violence.

Consecuencias de la luz de gas en el trabajo

Dado que es una relación de maltrato, conlleva una serie de consecuencias negativas. Hay que tener en cuenta que el fin último de la luz de gas es el de anular a la víctima, haciendo que llegue a dudar de sus propias palabras. Y no solamente eso… que ponga en entredicho las cosas que él o ella misma ha visto o vivido, dada la reacción del gaslighter. Por lo tanto, ponemos en peligro no solamente su criterio, sino también su autoestima. Estas pueden ser algunas de las consecuencias:

  1. Dudar constantemente de ti misma/o y de tus capacidades o incluso tu criterio
  2. Dificultades para tomar decisiones dado que dudas de tu propio criterio
  3. Cambios en la forma de actuar o pensar para agradar al agresor o por miedo a su reacción
  4. Cambios en tu manera de trabajar para evitar el maltrato
  5. Descenso de la productividad y dificultades de atención dada la carga negativa de la situación
  6. Aumento del estrés y por lo tanto, todas las consecuencias asociadas.
  7. Sentimientos de inseguridad, impotencia, indecisión o incluso miedo y culpa.
  8. Disculpas constantes ante casi cualquier situación incluso si no tienes la culpa directa de las cosas que han ocurrido.

Qué hacer si estoy sufriendo luz de gas

Dado que es una relación de maltrato, lo mejor siempre es ponernos en manos de un profesional que nos ayude. En ese sentido, un psicólogo nos ayudará no solo a trabajar en los efectos que ha tenido en nosotros, sino también a prevenir futuras relaciones de ese estilo.

Además, lo mejor será que nos alejemos todo lo posible de la figura del gaslighter. Eso significa que si es alguien de nuestra empresa, mantengamos la distancia con esa persona no solamente física, sino a la hora de compartir espacio y tiempo. Por otro lado, es muy importante buscar opiniones realistas, objetivas. No aquellas sesgadas de los que nos están haciendo la luz de gas. Recordemos que el gaslighting se produce a través de opiniones subjetivas. Por lo tanto, no perder la objetividad a la hora de autoevaluarnos y rodearnos de personas que no emitan juicios de valor, nos protegerá de este fenómeno.

El monstruo de los despistes

¿Alguna vez te ha ocurrido que por mucho que lo intentabas, memorizar un párrafo era imposible?

O abrir el correo pero de repente… no saber qué es lo que tenías que hacer en él.

O que se te cuelen varias palabras mal escritas o faltas de ortografía en un texto.

Qué raro, ¿no?

El estrés y sus síntomas

Muchas veces cuando hablamos de estrés automáticamente pensamos en los síntomas más físicos. Por ejemplo, dolor muscular. O molestias estomacales.

Si seguimos indagando en sus síntomas lo más probable es que después se nos ocurra pensar en los emocionales. «Está agobiada, o irritable». Pero en lo que seguramente no pensemos inicialmente es en los síntomas cognitivos.

Algunos de los síntomas cognitivos del estrés son los siguientes:

  1. Dificultades para mantener el foco atencional

2. Fallos de memoria

3. Alteraciones en la capacidad para tomar decisiones

4. Problemas para priorizar tareas

5. Sensación de «niebla mental» o «braing fog»

6. Dificultades a la hora de inhibir estímulos no deseados

7. Descenso de la productividad, como resultado de los síntomas anteriores y otros como los problemas de sueño o la irritabilidad

El cortisol y sus excesos

El cortisol es necesario. Igual que el estrés, el miedo, la tristeza y tantas otras cosas a priori, negativas, tiene una función. Y nos hace falta para mantenernos alerta y defendernos de ciertas amenazas.

El problema (como casi siempre) aparece cuando hablamos de un exceso de cortisol. De una reacción de estrés que no se pasa, y que nos lleva a estar «inundados» de esta hormona. Cuando esto sucede, hay una serie de funciones cognitivas que se ven afectadas. Las funciones cognitivas son esas habilidades mentales «superiores» que tenemos los humanos. Véase la memoria, atención, el razonamiento, la planificación…. Así es como afecta el estrés a estas funciones:

  • Memoria: la memoria de trabajo es la que usamos cuando tenemos que «trabajar con» datos como por ejemplo, memorizando un numero de telefono para marcarlo, manteniendo en la cabeza los dígitos del sitio donde aparcamos para meterlos en la máquina del parking o reteniendo los 6 números del código de confirmación de alguna compra por internet. Cuando estamos en una situación de bastante estrés o llevamos un periodo de estrés crónico, la memoria de trabajo se ve afectada por las hormonas que segregamos. Por lo tanto, no podremos memorizar listas, aprender cosas nuevas fácilmente o repetir un comando
  • Atención: La atención es la base de casi todo. si hay un nivel de estrés alto o un estrés crónico, nuestra capacidad para atender de manera selectiva se ve dañanada. Es decir, no podemos elegir a que estímulos atender y por lo tanto, nos despistamos. Otro de los tipos de atencion que se ve afectada es la sostenida, ya que bajo estrés, disminuye el tiempo que somos capaces de prestar atención de manera seguida a algo. Aquí es cuando decimos que «nos cuesta concentrarnos»
  • Funciones ejecutivas: Cuando tenemos un nivel alto de estrés segregamos cortisol. El exceso de cortisol interfiere con las funciones ejecutivas especialmente en:
    • Flexibilidad cognitiva: nos cuesta valorar alternativas, nos ponemos «cabezones»
    • Planificación: dificultades para planear las cosas o establecer listas de tareas
    • Toma de decisiones: se altera el proceso normal y tendemos a tomar decisiones más precipitadas o menos «racionales». Otra posibilidad es que le demos demasiadas vueltas a lo que queremos decidir, bloqueándonos

Como puedes ver, el estrés es un problema que genera muchos otros problemas. No solamente físicos o emocionales, sino también a nivel cognitivo, de rendimiento y en nuestra productividad.

Por eso lo acuñamos bajo el nombre «el monstruo de los despistes», aunque no sean lo único que nos provoca.

Del trabajador quemado, al trabajador «aburrido».

¿Has escuchado alguna vez el término boreout?

¿Alguna vez te has sentido mal, dado que lo que estabas haciendo no te interesaba o estimulaba ni un mínimo?

Del burnout, al boreout

Como seguramente ya sabéis, el burnout es un síndrome que se caracteriza por un agotamiento físico, mental y emocional derivado del trabajo.

Es uno de los 12 síndromes relacionados con el trabajo que existen y una de las causas de baja laboral en los últimos años.

Pero hoy no vamos a hablar del bournout. Hoy vamos a hablar de un síndrome que estaría, quizás, en el otro extremo: el boreout.

El boreout se define como «un síndrome que engloba una serie de síntomas que se traducen en un aburrimiento extremo, una infraactivación y una sensación de estar «apagado». Es decir, estar a un nivel de activación por debajo del que deberíamos de estar. Y además, sentirse emocionalmente «desconectado» o «hueco». Igual que el burnour, este síndrome se asocia al contexto laboral por lo que ha de estar relacionado con el trabajo y sus características.

Causas del boreout

Igual que en el burnout, en el boreout hablamos de causas ajenas al trabajador. Es decir, causas que provienen del contexto de trabajo, tipo de tarea o cualquier otro desencadenante que no sea la propia persona. Solamente si es el trabajador quién se encuentra desganado y con pasividad, se podría decir que no es solamente resultado de algo ajeno a él.

Algunos de los motivos por los que un trabajador puede desarrollar boreout son los siguientes:

  • Tareas monótonas constantemente: como por ejemplo, copiar datos de un excell a otro durante varias horas, todos los días.
  • Tareas cuyo nivel de formación o habilidades es muy inferior a las del trabajador: imagínate que eres profesor pero solo puedes corregir faltas de ortografía durante toda tu jornada laboral, todos los días, durante mucho tiempo.
  • Falta de estimulación por parte de la empresa: si hay ausencia de feedback, no sabemos a dónde va con nuestro trabajo una vez lo terminamos o no recibimos una respuesta por parte de los superiores, podemos sentirnos desvinculados de la tarea
  • No hay un reparto de tareas y roles: cuando no tenemos claro lo que tenemos que hacer o sentimos que da igual nuestra especialidad o conocimientos

El porqué del propósito

Cuando se dan todas estas circunstancias (o alguna de ellas) es muy fácil que el trabajador entre en una fase de infraexigencia. Esto es, no se siente motivado, lo que tiene que hacer no es algo que vea útil y por lo tanto, adopta una actitud pasiva. Esto aumenta todavía más la sensación de «aburrimiento extremo» y lo desvincula más de su rol.

Por eso es tan importante el propósito. Si hablamos de propósito, tenemos que tener en cuenta que hace referencia a varios aspectos:

Saber para qué haces lo que haces: cuál es el sentido de las tareas que realizas

Conocer el trayecto o recorrido del servicio o producto una vez tu haces tu parte

Sentir que eres parte de un equipo, de algo más grande que una persona trabajando a nivel individual

Ver que tienes cierto futuro en la organización, no solamente harás lo que haces ahora si no que tienes opción de seguir adelante

Ver que puedes mejorar y crecer profesionalmente, que no te quedarás en el mismo lugar, haciendo lo mismo y con las mismas condiciones durante 20 años

Cómo prevenir el boreout

Hay ciertos trucos para prevenir el síndrome del boreout. Estos son algunos de ellos:

  • Ofrecer refuerzos positivos y feedback al trabajo hecho. Esto favorece que le veamos «sentido» a lo que hacemos y por lo tanto, tenga propósito.
  • Intentar no sobrecargar a un trabajador o grupo con las mismas tareas monótonas siempre, ya que suele ser la causa principal del boreout.
  • Promover el trabajo en equipo, ya que además de mejorar la cohesión facilita la motivación intrínseca hacia una tarea.
  • Ofrecer formación a los trabajadores

Vamos a recordar que ofrecer un contexto laboral emocionalmente seguro es necesario. Y no solamente por tener más o menos contentos a los trabajadores, sino por una cuestión de salud mental.

Las causas de muchos de estos síndromes se clasifican como estresores psicosociales, por lo que es necesario un plan de prevención en la empresa para paliarlos.

Año nuevo, ¿vida nueva?

Ir al gimnasio. Empezar a leer más libros. Ser menos impulsiva. Acabar la carrera. Empezar en un trabajo nuevo. Adelgazar. Engordar.

Un nuevo comienzo

Cada uno de enero, además del empacho que sigue a fin de año, nuestras agendas y libretas se llenan de propósitos.

Propósitos sobre nuestro físico, el trabajo, nuestra manera de ser…

Propósitos y más propósitos que cogemos con muchas ganas cada comienzo de año.

Pero, ¿qué tienen en común la gran mayoría de estos propósitos?

En general, lo que más une a todos los propósitos de año nuevo sean personales, físicos, laborales u de otro tipo, es lo siguiente… Hay una alta probabilidad de que acaben en el cajón de metas sin cumplir.

Si pensamos en dichos propósitos veremos que la mayoría tienen que ver con una cosa: el desarrollo personal.

El desarrollo personal implica desde cambios en la alimentación, en el físico, en nuestro contexto o vida laboral o en nuestras relaciones sean del tipo que sean.

Los tres vértices del triángulo

Hay tres cosas que debemos de tener en cuenta para saber por qué no suelen funcionar los propósitos de año nuevo: los objetivos SMART, la difusión de la responsabilidad, y las tres C.

  • Los objetivos SMART: el primer problema es la propia forma que tenemos de plantear objetivos de año nuevo. En general, tendemos a poner objetivos que no son específicos y que no están operativizados. Esto es, no se pueden medir. Y sorpresa.. si no es medible, no es cambiable. Para que un objetivo sea utilizable y nos valga de algo, tiene que cumplir una serie de criterios.
    1. Ha de ser específico, hacer referencia a algo muy concreto de nuestra conducta
    2. Ha de ser medible, es decir, tiene que haber alguna manera de comprobar si se lleva cabo
    3. Tienen que ser alcanzables. Realistas. Sino, lejos de ayudar, generarán frustración
    4. Relevantes, algo que tenga importancia real
    5. Temporalizables. Tenemos que poner fechas, días y cantidades. Nada de este año… Tendremos que temporalizarlos
  • La difusión de la responsabilidad: hay que tener en cuenta que los propósitos de año nuevo llevan implícitos cambios personales. Muchas veces, creemos que el mero hecho de cambiar de año va a cerrar etapas y abrir otras como si de un libro se tratase. En realidad, la única diferencia es un cambio en la fecha. Realmente, la mayor parte de la responsabilidad de esos propósitos la tendremos nosotros, no el año nuevo.
  • Las tres C: compromiso, constancia y cantidad. Compromiso ya que no llega con convencernos de que queremos llevar a cabo el propósito, tiene que ser algo que nos prometemos casi a diario. Constancia porque los hábitos tardan de media 21 días en implementarse haciendo algo todos los días. Imagínate que cambias de piso. Los primeros días, como no hay dónde poner las llaves, las pierdes. Necesitas casi un mes todos los días dejando las llaves en un mismo sitio para automatizar el habito. Con los propósitos de año nuevo pasa un poco lo mismo. Finalmente, la C de cantidad, ya que marcarnos muchos objetivos suele ser contraproducente. Es mejor empezar con uno o dos y progresivamente ir aumentando a medida que los vamos logrando

De la idea a la acción

No debemos de olvidar que un propósito puede ser simplemente una idea. Pero necesitamos algo más que una idea para llevar a cabo lo que queremos. Necesitamos un plan de acción. Por lo tanto, lo ideal para llevar a buen puerto los objetivos de año nuevo es lo que ya hemos comentado: que pase de una idea a una acción, que siga las normas de los objetivos SMART, que nos tenga a nosotros en el centro de la responsabilidad y que siga la norma de las tres C.

En caso contrario, será un papel mojado más entre nuestros objetivos planteados mientras tomamos las uvas y brindamos felices.