Año nuevo, ¿vida nueva?
Ir al gimnasio. Empezar a leer más libros. Ser menos impulsiva. Acabar la carrera. Empezar en un trabajo nuevo. Adelgazar. Engordar.
Un nuevo comienzo
Cada uno de enero, además del empacho que sigue a fin de año, nuestras agendas y libretas se llenan de propósitos.
Propósitos sobre nuestro físico, el trabajo, nuestra manera de ser…
Propósitos y más propósitos que cogemos con muchas ganas cada comienzo de año.
Pero, ¿qué tienen en común la gran mayoría de estos propósitos?
En general, lo que más une a todos los propósitos de año nuevo sean personales, físicos, laborales u de otro tipo, es lo siguiente… Hay una alta probabilidad de que acaben en el cajón de metas sin cumplir.
Si pensamos en dichos propósitos veremos que la mayoría tienen que ver con una cosa: el desarrollo personal.
El desarrollo personal implica desde cambios en la alimentación, en el físico, en nuestro contexto o vida laboral o en nuestras relaciones sean del tipo que sean.
Los tres vértices del triángulo
Hay tres cosas que debemos de tener en cuenta para saber por qué no suelen funcionar los propósitos de año nuevo: los objetivos SMART, la difusión de la responsabilidad, y las tres C.
- Los objetivos SMART: el primer problema es la propia forma que tenemos de plantear objetivos de año nuevo. En general, tendemos a poner objetivos que no son específicos y que no están operativizados. Esto es, no se pueden medir. Y sorpresa.. si no es medible, no es cambiable. Para que un objetivo sea utilizable y nos valga de algo, tiene que cumplir una serie de criterios.
- Ha de ser específico, hacer referencia a algo muy concreto de nuestra conducta
- Ha de ser medible, es decir, tiene que haber alguna manera de comprobar si se lleva cabo
- Tienen que ser alcanzables. Realistas. Sino, lejos de ayudar, generarán frustración
- Relevantes, algo que tenga importancia real
- Temporalizables. Tenemos que poner fechas, días y cantidades. Nada de este año… Tendremos que temporalizarlos
- La difusión de la responsabilidad: hay que tener en cuenta que los propósitos de año nuevo llevan implícitos cambios personales. Muchas veces, creemos que el mero hecho de cambiar de año va a cerrar etapas y abrir otras como si de un libro se tratase. En realidad, la única diferencia es un cambio en la fecha. Realmente, la mayor parte de la responsabilidad de esos propósitos la tendremos nosotros, no el año nuevo.
- Las tres C: compromiso, constancia y cantidad. Compromiso ya que no llega con convencernos de que queremos llevar a cabo el propósito, tiene que ser algo que nos prometemos casi a diario. Constancia porque los hábitos tardan de media 21 días en implementarse haciendo algo todos los días. Imagínate que cambias de piso. Los primeros días, como no hay dónde poner las llaves, las pierdes. Necesitas casi un mes todos los días dejando las llaves en un mismo sitio para automatizar el habito. Con los propósitos de año nuevo pasa un poco lo mismo. Finalmente, la C de cantidad, ya que marcarnos muchos objetivos suele ser contraproducente. Es mejor empezar con uno o dos y progresivamente ir aumentando a medida que los vamos logrando
De la idea a la acción
No debemos de olvidar que un propósito puede ser simplemente una idea. Pero necesitamos algo más que una idea para llevar a cabo lo que queremos. Necesitamos un plan de acción. Por lo tanto, lo ideal para llevar a buen puerto los objetivos de año nuevo es lo que ya hemos comentado: que pase de una idea a una acción, que siga las normas de los objetivos SMART, que nos tenga a nosotros en el centro de la responsabilidad y que siga la norma de las tres C.
En caso contrario, será un papel mojado más entre nuestros objetivos planteados mientras tomamos las uvas y brindamos felices.